18/10/17

COSAS QUE NO CUELAN...

IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA
18/10/2017.

Resolver el problema catalán no va a ser fácil, como tampoco lo es mantener la serenidad y el juicio ante tanta manipulación informativa. El movimiento independentista viene marcando con maquiavélica inteligencia el ritmo desinformador con sus alucinantes videos y fake news, aprovechando cualquier oportunidad para deslizar las terribles condiciones de vida y represión incomparable que se sufren en Cataluña —ni Puigdemont se privó en su carta a Rajoy de aprovechar la palestra para deslizar el argumentario a lo Goebbels: miente, que…—. Si no fuera por el peligro que todo ello conlleva casi dan ganas de sonreír al ver sufrir al gobierno del PP con la misma moneda que ellos han aplicado a Venezuela… En fin.
El problema es que se está alcanzando el punto en que la polarización en las actitudes lleva camino de convertir a los partidarios en hordas, mientras da alas para la irrupción pública desvergonzada de la más fea ultraderecha.
Habrá que acercar posturas, imaginar, buscar salidas… pero no caer en la trampa de dos bloques, dos legitimidades, dos iguales. La trampa de la contraposición España vs. Cataluña se asienta, y la unilateral ruptura del marco legal democrático por parte de los independentistas no puede pasar por derecho histórico o libertad alcanzada. Existen límites, y legalidades.
Las trampas no pueden impedirnos ver el bosque, pero es importante conocerlas para hacer un diagnóstico y así poder partir de unas bases de resolución mínimas. Hay que poner un cordón léxico-sanitario sobre lo que se dice y aduce. No me cabe duda de que existe un lícito sentimiento identitario y un malestar que se expresa en la idea de la independencia como panacea, pero también dudo de la espontaneidad reciente del mismo y de su solidez. Como resulta preocupante la depreciación de la ley para la existencia de la democracia, la obsesión por los sujetos colectivos históricos frente a los derechos de los ciudadanos, etc. Lo que algunos llaman “procesos de construcción nacional-popular”, tienen mucho de manipulación, de defensa de intereses vinculados a ciertas élites u oligarquías, disfrazados de voluntad popular merced al uso abusivo de los medios de comunicación.

Defender la idea de una comunidad fraterna sigue siendo posible. No insulten nuestra inteligencia con acusaciones de ser franquistas represores, de cutres leyendas negras. De esa experiencia totalitaria sabemos tanto como el que más.

Imagen falsa y trucada. Hacia la construcción de una épica...

4/10/17

MATAR Y OCULTAR

IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA
Texto leído en el Teatro Clunia de Burgos, el 20/09/2017, en el Homenaje y presentación de resultados de las exhumaciones en Estépar.


1. Estépar, símbolo del horror.

Todas las ciudades y pueblos de España tienen una geografía del horror relacionada con la guerra civil de 1936, lugares de muerte y terror cuyos nombres condensan todo el sentido de inhumanidad, crueldad… y vergüenza histórica. En estos espacios, a pesar de las décadas transcurridas y del esfuerzo negacionista de la dictadura, parecen seguir escuchándose los últimos ecos de las detenciones y torturas, de los paseos vejatorios, del motor de los camiones asesinos, de las descargas de fusilería…
Estépar, como La Brújula, La Pedraja, Villamayor de los Montes… forman parte de la macabra lista de espacios vinculados al exterminio en Burgos. Un exterminio que, como sabemos hoy gracias al desarrollo de tantos estudios de ámbito local a lo largo y ancho de toda España, estaba diseñado con toda frialdad y voluntad.
La sublevación del 17 y 18 de julio de 1936 tuvo por objetivo inmediato acabar con los contrarios ideológicos, con todos aquellos que, desde el conservadurismo y clasismo más intolerante, desde el militarismo y fascismo, desde la Iglesia más integrista, eran vistos como una amenaza a sus privilegios y formas de vida. El frustrado golpe de Estado cumplió a rajatabla las directrices secretas del general Mola: la eliminación de todos los que habían mostrado militancia, compromiso o simpatía con ideologías de izquierdas, tanto a nivel político como sindical. Esos son quienes fueron inmediatamente detenidos en todos los pueblos y ciudades, torturados, paseados y sacados, asesinados, siempre bajo la meticulosa autoridad militar, especialmente, durante el terrible verano de 1936. La elección de aquellas personas no fue casual, ni se debió a rencillas entre vecinos. Fue una auténtica limpieza ideológica.
A poco que se analicen los datos, encontramos una perfecta organización logística de tipo militar que ha calculado sobre el mapa la distancia y tiempo necesarios para salir de madrugada del penal con las camionetas cargadas de personas, llegar hasta lugares relativamente remotos y escondidos, asesinar y enterrar a quienes llevaban presos, y volver a la ciudad antes de que amaneciera. Estépar, La Brújula, La Pedraja, Villamayor de los Montes… todos ellos se encuentran situados en un radio de +/- 30 km de distancia de la Prisión, lo que permitía llevar a cabo las tareas asesinas según el programa prefijado: matar y negar que aquello estuviera sucediendo. Matar y borrar los rastros documentales falsificando los expedientes carcelarios con supuestos traslados o puestas en libertad… Matar y ocultar.
Por la conjunción de datos recopilados, tanto de fuentes documentales como orales, sabemos que, previamente, solía desplazarse un retén del ejército a estas zonas apartadas para trazar las fosas que serían utilizadas más tarde. Así nos lo han relatado vecinos ancianos de la comarca que veían pasar los camiones a media tarde y cavar, para volver de nuevo de madrugada, cuando se levantaban los jornaleros para segar y acarrear el trigo. Entonces era cuando veían los fogonazos y oían los disparos asesinos. Así a lo largo de todo el mes de agosto y septiembre.
El ancho y largo regular de las fosas de Estépar, su ubicación y distribución, no fueron casuales sino fruto de una perfecta planificación militar.
El nombre de Estépar ha sido en Burgos el que expresaba de forma más rotunda el horror de la represión franquista, de la impotencia y terror de la población declarada “no afecta”. A pesar de la pretensión de los militares, la tarea de matar a miles de seres humanos no puede ser ejecutada sin dejar rastro. Las familias, los amigos, las comunidades sabían de la desaparición de estas personas, vivieron con horror el conocimiento de su repentina ausencia y precarización de sus vidas mientras experimentaban el desprecio e insolidaridad de muchos de sus vecinos y conocidos.
En Burgos se ha oído durante décadas frases como “el padre/abuelo de fulanito, está en Estépar”. Una frase simple, neutra, engañosa… que en el uso del presente verbal —ese “está”— congela y condensa toda la experiencia del horror, la violencia y la muerte desencadenada por los sublevados en 1936. Un “estar” inmutable, congelado, como si se tratara de una maldición mitológica, permanente. Y que, en parte se ha cumplido, pues aquella violencia y oprobios desatados en 1936 han durado, en muchos casos, hasta el presente. Estépar, destino de cientos de personas de la ciudad y de la provincia, ha sido en el caso de Burgos, el símbolo potente de aquella injusticia, de la carnicería más terrible y traumática que hemos vivido como sociedad. A través de frases como aquella se ha dicho todo: que era una familia bajo sospecha, que cuidado con estos, que no son de los nuestros… Muchas personas no solo sufrieron unas condiciones de vida injustas y terribles, sino además una sombra permanente que duró, al menos, lo que la dictadura.
A pesar de los esfuerzos hechos por el régimen franquista y sus convencidos seguidores, en la memoria colectiva burgalesa existe la convicción de que espacios como el de Estépar, acogen a los mejores de una época, a los miles de personas comprometidas en su tiempo con la reforma y modernización de su país —tantos alcaldes y concejales—, de las condiciones laborales —caso de los sindicalistas, de los miembros de las Casas del Pueblo—, comprometidos con el desarrollo cultural, la alfabetización y educación —tantos maestros y maestras, escritores, artistas, músicos, periodistas…—. Del nombre de Estépar emana un capital simbólico del país que pudo ser aquella España frustrada por la guerra, de los anhelos y deseos que hemos podido recuperar solo tras la muerte del dictador.


2. La condición de las víctimas.

Me gustaría llamar la atención, brevemente, sobre la condición de las víctimas, que no son únicamente aquellos que han sido exhumados, sino, especialmente, de sus familias.
En un país aún pendiente de encarar los legados y pervivencias de la dictadura, necesitado de una profunda desfranquistización, la condición de víctima para quienes sufrieron muerte, persecución y represión por parte del régimen, ha venido siendo injustamente negada y discutida.
Las familias afectadas por estas terribles pérdidas humanas, por la estigmatización de ser rojos, enemigos, perdedores de la guerra, encararon unas miserables condiciones de vida en sus comunidades y pueblos, en sus barrios. Sufrieron un fortísimo empobrecimiento con la eliminación de tantos cabeza de familia —sin certificados de defunción, con lo que las no-viudas no tenían capacidad para gestionar ningún bien a nombre de sus difuntos— ; situación de indefensión agravada por las multas, incautaciones y robos de sus propiedades; a lo que se sumó la limitación permanente de su supervivencia al ser declarados “no afectos”, o lo que es lo mismo, privados de apoyos o avales oficiales que les permitiera acceder a ciertos trabajos o destinos o mínimos beneficios.
Esto solo es, por así decirlo, la parte más superficial de su drama. Lo peor fue la negación completa de su desolación, prohibiéndoseles expresar su dolor —ni de luto podían vestir—, negándoseles cualquier consuelo simbólico y espiritual, la posibilidad de visitar los enterramientos, más todos los conflictos derivados de la inconclusión de ritos y cierres de duelos.
En razón de tales angustias y conflictos, muchas de estas gentes desaparecieron de sus comunidades, se desplazaron a otras ciudades buscando un mínimo alivio a sus condiciones de vida y a su pesar. Esa diáspora del sufrimiento complica a veces las exhumaciones de sitios como Estépar, donde puede resultar muy difícil localizar a algunas de estas familias…


3.- Un trabajo no solo para las familias, sino para la sociedad.

Tareas como las exhumaciones atienden, en primer lugar, al drama y sufrimiento de las familias de las víctimas, a quienes se trata de ayudar recuperando los restos para su reinhumación, a cerrar sus duelos y los conflictos que han arrastrado durante décadas. Pero no debemos equivocarnos, estas tareas son también una inversión social necesaria. A través del conocimiento de estas exhumaciones, de las biografías e historia de quienes fueron asesinados, de las condiciones de vida y dramas de las familias de los asesinados, nos vemos obligados como sociedad a encarar la fealdad y vergüenza de nuestra historia. Solo así podemos madurar como sociedad. Solo así podremos ser una auténtica comunidad integradora de todos. Solo así los perseguidos, los perdedores y derrotados volverán a estar entre nosotros, en nuestra memoria. Eso servirá para que valoremos lo que significa la libertad, el valor de la vida, el derecho a pensar como cada uno quiera, la importancia de reconocer y apreciar la diversidad y la diferencia, el auténtico sentido de la convivencia democrática.
Exhumar, recuperar la llamada memoria histórica, es un deber que tenemos como sociedad para construir la tan necesaria memoria democrática. Cuidar de las víctimas, acompañarlas y resolver sus conflictos es un deber de todos, de nuestras instituciones y ciudadanos. Este de hoy es un paso más en esa dirección, pero debe seguir siendo una exigencia ética y política. Con los actos de esta tarde en Estépar, en el monte y en el cementerio, se produce un cierre a medias de este problema, en algunos casos nada menor si sirve para que las familias concluyas sus duelos inconclusos. Pero esto no debe generar ningún tipo de olvido social. Los espacios de las fosas, los distintos lugares vinculados a la represión y horror vividos durante la guerra civil y el franquismo deben quedar como espacios públicos de memorización, como lugares de memoria, un patrimonio nacional que nos obligue a asumir nuestro compromiso y responsabilidad con un pasado todavía vivo entre nosotros. Solo así creceremos como sociedad comprometida con la libertad y los derechos humanos.
Esto debemos hacerlo de la mano de las víctimas, de sus familias, y del conocimiento fiel de lo sucedido. La sociedad sigue en deuda con todas las familias de los desaparecidos, asesinados y perseguidos por el franquismo. Les debemos la reparación de su sufrimiento, justicia por los crímenes, y el reconocimiento de su experiencia como recordatorio de lo suponen las políticas del odio y la intolerancia.

Muchas gracias.


CUANTO PEOR...

IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA
DIARIO DE BURGOS, 04/10/2017. Contraportada.

Estoy en contra de las banderas en las ventanas. El irredentismo nos lleva a un cierto histerismo colectivo. No se blanden las banderas con un sentido integrador, se está haciendo como marcaje de la tribu, como señal de reconocimiento frente a otros.
El gobierno del PP está llevando el conflicto catalán por la peor vía posible y con escaso sentido de Estado. En primer lugar, porque no está defendiendo ninguna idea de España válida e integradora, sino una versión propia, patrimonializada, buscando réditos electoralistas, principalmente contra C’s —la lucha por el centro derecha—. El precedente de esta actitud está en la consulta del 9-N de 2014, en la que no trataron de impedir por vía policial la igualmente ilegal —y por tranquila, intrascendente— consulta. El resultado de las elecciones autonómicas del 2015 en Cataluña fue que el PP pasó de tener 19 diputados (2012) a 11. Ciudadanos, que se bregó denodadamente contra la consulta cosechó un espectacular aumento: de 9 diputados (2012) subió hasta 25 convirtiéndose en la primera fuerza de la oposición.
El Gobierno ha jugado al doble juego de la firmeza y la falta de culpa. La ausencia de imparcialidad e independencia del Tribunal Constitucional —¡qué decir de la Fiscalía general!— han servido al gobierno de Rajoy para que las decisiones no parecieran ser políticas sino jurídicas. El bochornoso espectáculo de las cargas policiales del domingo, nos dicen, responde a decisión judicial al haber declarado el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ilegal el referéndum. ¿Ordenó el tribunal vaciar toda España de policías y guardias civiles para que se trasladaran a Cataluña? ¿Paga el TSJC los barcos y hoteles que los alojan?
En el amplio espectro de mentiras y manipulaciones servidas por el Govern y el Gobierno, hay una diferencia sobre la que va a pivotar toda posible solución. Ambas partes jalean a los propios en pos de un enfrentamiento de intereses. El PP llama a la indignación, a la insolidaridad con la diferencia, al viejo centralismo. El Govern, con su manipulación terminológica —qué es, verdaderamente, libertad, democracia o votar—, ofrece una realidad alterada lisérgicamente que provoca excitación, entusiasmo, la sensación de protagonizar la historia… Contra eso, las porras de la policía no hacen sino reforzar tal ambiente.
Unos ofrecen amargura hortelana y otros un paraíso en la tierra. Los demás no nos podemos quedar de brazos cruzados.