29/11/17

LA MANADA

 IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA
DIARIO DE BURGOS, 29/11/2017. Contraportada.

Con profunda vergüenza como hombre he seguido el juicio a esa tropa de imbéciles, patanes, infantiloides, simples y primarios —así los han definido sus propios abogados— que configuran la manada. Un grupo de hombres de 26/29 años, que podrían pasar por gente de orden —hay entre ellos un militar y un guardia civil— cuyo divertimento es, al parecer, la violación en grupo.
Lamentablemente esta manada es un reflejo de nuestro país: un ámbito desolado en lo que a educación y respeto se refiere; y una magnífica muestra de lo que es la violencia machista. Estos hombres y sus abogados han tratado de convencer al tribunal y a la opinión pública de la licitud de su comportamiento, de lo normal que resulta salir a follar en grupo 5 tasugos. Son inocentes injustamente acusados: ¿cómo iba a sentirse intimidada una muchacha de 18 años por esta manada de verracos casi treintañeros, varios con entrenamiento militar, que dicen usar burundanga y están acusados de otra violación en un pueblo de Córdoba?
Hemos vivido con indignación el intento de culpabilizar a la joven por sus movimientos, su ropa, la forma de sentarse, sus gestos durante la violación. Se la ha denigrado por comportarse después con toda la normalidad que le era posible, evidencia, decían, de su ausencia de trauma. En realidad, ella ha sido la juzgada mientras los muchachos han tratado de invocar la solidaridad masculina y hasta paterna —son unos buenos chicos, buenos hijos…—.
Todos deberíamos sentirnos concernidos por este juicio que, como sociedad, nos enfrenta a nuestras fealdades, al atavismo machista vigente entre nosotros que sigue concibiendo la violencia contra las mujeres como un asunto doméstico o interno y no de todos. A perdonar estos calentones de unos mozos. Esto en un país que se cargó, recordémoslo, la educación para la ciudadanía. Lejos de asumir estas carencias, se prefiere invertir en adocenamiento televisivo por la vía de programas basura que enaltecen comportamientos injustificables de inmaduros irresponsables…
Y entre tanto, las mujeres muriendo, pasando miedo, sabiéndose juzgadas por los centímetros de ropa que acortan o alargan, víctimas culpables de su propia suerte.
Todo lo de la manada es asqueroso, injustificable, machista y criminal. Sin ambages. Pero aquí se está juzgando más que a unos imbéciles. Se nos juzga a todos.




15/11/17

CATALUÑA Y LAS EMOCIONES

IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA
DIARIO DE BURGOS, 15/11/2017.  Contraportada.

A los españoles de a pie, al pobrecito castellano que trabaja y paga sus impuestos descorazonadamente viendo la despoblación y sequía de sus campos, le sobrevienen un hipido interior que le encorajina cuando oye hablar del maltrato a Cataluña. Mira a su alrededor y contempla las ruinas de tanta promesa y agravio histórico, de cómo han esquilmado su vida y los sueños de sus nietos… Y se enciende.
A quienes llevan décadas luchando contra viento y marea por sacar a sus muertos de las cunetas, reclamando la dignidad robada por la dictadura; para los represaliados y torturados en las cárceles y comisarías del franquismo, escuchar las acusaciones de falta de libertad y represión hoy en Cataluña, es una ofensa, una burla a su experiencia.
Escuchar las grandilocuentes declaraciones de grupos de izquierda catalana sobre su internacionalismo y gran solidaridad con los pueblos del mundo, pero despreciando con sus actitudes a los andaluces o extremeños o gallegos… porque —dicen—, reciben parte de sus impuestos, es indignante.
Jugar permanentemente al lenguaje de la doblez, decir que no se es independentista, que las culpas son tanto del Gobierno como de la Generalitat pero solo participando en manifestaciones de apoyo a independentistas y políticos presos… Agota y descorazona.
Ahora que nos vamos enterando de que todo lo de la independencia era una broma sin efectos jurídicos, sin preparación real, con urnas pagadas del bolsillo de las marquesas amigas como si se tratara de un rastrillo… la cosa no mejora. Lo de Cataluña es tan triste como penoso. Hemos de tender puentes, acercarnos y, desde luego, tratar de deshacer tanta manipulación e irresponsabilidad. (Ahora, ¡a ver quién desinfla eso!). A la vez resulta tan bochornoso toparse con esos muros de victimismo, de supuestas incomprensiones… De su conocido provincianismo, Cataluña ha pasado a un tribalismo cerril que encima pretenden moderno. Querían ser nuevos europeos, dueños de frontera propia y discurso neerlandes… Del mitificado cosmopolitismo barcelonés no queda más que una pose de señoritos.
 Algunos aventuran que esto se arreglará con un buen acuerdo económico, recordemos, para la cuarta región más rica de España. La semana pasada, el Presidente de Extremadura, la comunidad autónoma con el PIB más bajo del país, daba una frase antológica “tener dos lenguas no significa tener dos bocas”. ¿Resultó insensible?



1/11/17

FIELES...

IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA
DIARIO DE BURGOS, 01/11/2017. Contraportada.

Sabía que mi padre iba a morir. No lo digo en plan “todos hemos de morir”, sino que la muerte le estaba poseyendo sin pausa ni clemencia, devorándole.
Él también lo sabía.  Lo sabía incluso antes de aceptarlo, cuando creía que esquivaba a la Parca con sus mañas de trilero, con planes de viajes imposibles, con compras desaforadas para la siguiente temporada, robando a los médicos alientos infantiles... Intuyo que estaba aterrorizado, aunque externamente solo lo demostrara con su habitual mala hostia. Mi padre se había guiado toda su vida por la máxima de si lo niego, no existe.
Un día, ya en el hospital, lloró desconsoladamente de la mano de mi hermana. Fue un llanto mudo, de miradas sobreentendidas, desfondado, lúcido. Luego todo fue consunción y retorno a sus recovecos internos, volviendo a aquel cuarto oscuro de su infancia desde el que llamaba a sus hermanas con la reiteración nocturna del niño que no quiere estar solo.
Murió mi padre y se jodió todo. Envejecí y asumí la farsa de la vida. Se acabó mi larga infancia, esa que uno puede retener mientras pueda decir “papá”. Desapareció el posibilismo, el conjugar planes para más tarde. Todo se volvía presente, consciencia, desazón. Ya nadie velaba por mí, no había centinela, contrario, ni discusión…
Dos días después de su entierro volví al cementerio. Necesitaba sacudirme las congojas y cortesías ajenas, volver a mi pérdida. Supongo que también buscaba un imposible: sentirle. Necesitaba a mi padre y solo podía visitar aquella lápida dura que aún no recogía su nombre.
Me acerqué con temor. Creo que en mi fuero interno desesperaba por un signo, no sé, un golpe, una prueba de que no se había ido del todo. Pero no. Solo el silencio frío del mármol. Mi padre había muerto y estaba solo. Fue la constatación de la nada, del se acabó.
Seguramente volveré al cementerio y recorreré la ruta que él solía hacer. Iré con mis hijos y mis recuerdos sabiendo de la inutilidad del acto, salvo para fijar en mis vástagos la idea de nuestro leve paso. Y que aún estoy con ellos, que los velo y protejo… (Aunque ya nadie lo haga por mí).