7/2/18

DECRETANDO ¿MEMORIA?

IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA
DIARIO DE BURGOS, 07/02/2018. Contraportada.

La pirueta dada por De Santiago-Juárez en torno a la memoria histórica hace parecer cojitranca a Pinito del Oro. Quiere el vicepresidente de la Junta resolver la hasta ahora institucionalmente inexistente cuestión con un decreto que, por de pronto, sustrae a las Cortes todo debate posible. En Castilla y León, o no hay memoria histórica, o la hay por decreto.
Este borrador permite ver cómo en Valladolid el PP torea al PSOE —o cómo ambos partidos acuerdan sobre sus propios intereses y no los generales—. Ha bastado con que los populares digan con la boca pequeña que reconocen la importancia de la Ley 52/2007, legado de Rodríguez Zapatero, para que el PSOE renuncie a lo que ha llevado a cabo en otros parlamentos regionales: una ley autonómica.
El texto permite a la Junta clasificar, privilegiar o ningunear a algunos de los colectivos memorialistas. La sibilina redacción solo se ocupa de asumir ciertos costes de algunas exhumaciones —100.000 € para 9 provincias plagadas de fosas—. ¿Cómo plantear análisis de ADN o intervenciones memorialistas completas?
 El borrador establece como vinculantes para exhumar el informe favorable de un Comité Técnico que no es sino un comité político —de 7 miembros solo 2 representarían a las asociaciones—. Suman, además, otras obligaciones legislativas sin sentido, y se regula innecesariamente el ya existente derecho a los documentos. Habría también un Consejo Asesor, órgano fiscalizador del destino de parte de las ayudas y líneas de trabajo, cuya composición vuelve a asegurar casi la mitad de los puestos a políticos, con un máximo de 4 académicos —entre los que, por cierto, no se encuentran los antropólogos sociales, posiblemente quienes más han trabajado desde la academia en el conocimiento del sufrimiento y experiencia de las víctimas.
Este proyecto de decreto no trabaja para las víctimas ni afianza memoria democrática alguna —que ni define ni entiende—. Antes bien, usa a las víctimas para anular su capacidad de reivindicación de una memoria pública —en la enseñanza, en los lugares donde sucedieron los crímenes, etc.—, y evitar un encaramiento social de la verdad histórica y de los legados de la dictadura. Un decreto huero con el que sortear la elaboración de una auténtica ley regional de memoria histórica y democrática. Vamos, una estafa. Y por lo que se ha visto hasta ahora, con cómplices…