DIARIO DE BURGOS, 02/05/2018. Contraportada.
Parece que el luengamente anunciado fin de ciclo
político va a ser, como mínimo, agitado.
Lo del Partido Popular de Madrid, con cuatro presidentes imputados o al
borde de serlo y exconsejeros recetando cavar fosas mientras amenazan tirar de
no sé cuántas mantas…, ha superado a todo culebrón imaginable. Una tormenta
perfecta nutrida de sus infectas cloacas —incluyendo lo del máster, no se
engañen—. Más que ante el Armagedón parecemos estar ante una versión —aún más cutre—
de la República de Saló.
¿Hasta dónde llegará la ola? Ni Nostradamus se
atrevería a vaticinar, pues no es solo una cuestión de ideología —v. gr., yo no
acabo de ver la gran novedad programática
de C’s—. Se trata, más bien, de un inmenso hartazgo. La prepotencia y voracidad
de los partidos políticos, su afán de acaparamiento desmedido, hacen
insostenible su pervivencia. Ni los más afines pueden justificar los abusos de
tantos años de endogamia cerril, de amiguismo descontrolado, de incompetencia,
ineducación y corrupción. Por la cloaca irá el PP —acolchando su caída con el
infame control de RTVE—, pero morirá matando… Y sirviendo la victoria a Albert Dorian
Gray Rivera.
Políticamente, el mundo, Europa, están inmersos en
una oleada de penoso conservadurismo con gravísimas desviaciones ultramontanas,
en gran medida propiciada por los grandes medios de comunicación. Desde hace
décadas, los poderes financiero-políticos dueños de los mass-media han
bombardeado a la población con ideas de anomia, destrucción y caos, generando
una permanente ansiedad colectiva, especialmente en las cohortes de mayor edad,
—no se olviden, las predominantes en nuestras envejecidas sociedades—. Fundado
el miedo y la ira —las tan mentadas fake
news—, llega el mensaje tranquilizador
de los candidatos que prometen enchironar a todo el que se menee, dar
inacabables penas de prisión, expulsar a los inmigrantes, detectar cualquier
terrorismo —hasta el inexistente—, aumentar el gasto en policía, en controles,
en alarmas… Así se consiguen los gobiernos y los brexits, o convertir a un loco
en president.
¿Tenemos lo que merecemos? Desde luego, tenemos lo
que votamos. Sin embargo, la calle ha mostrado ya su infidelidad con la vieja
política y las instituciones polvorientas y entelaradas. Lo hizo el 8 de marzo,
y de nuevo ayer. Ojalá no nos mareen en ruedas de casting y maquillaje, sin
alternativas reales. Merecemos otra cosa.