9/12/25

¡PARA ESTO...!

IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA
DIARIO DE BURGOS, 09/12/2025. Página 5.  

 Cuando pequeño oí habitualmente aquella frase terrible de “¡para esto hemos hecho una guerra!”. Detrás de aquel decir incompleto, a la manera de un latiguillo de vieja, latía toda una comprensión social. También un pacto de sangre ―nacido con la guerra y continuado después―, que implicaba la eliminación de toda disidencia, de la libertad para opinar o concebir cualquier alternativa. Los franquistas que vivían bien ―nunca tan bien como hoy, pero infinitamente mejor que los vencidos―, se mostraban disgustados de cualquier mejora para los de abajo, de que se redujera el fortísimo clasismo instaurado ―el hambre―, los salarios de miseria o de que alguien se atreviera a criticar el sistema. El orden era sagrado, dictador mediante, e Iglesia católica.

Aquella exclamación valía para despachar las denuncias internacionales sobre los presos, las condenas a muerte ―incluido el Papa―, las persecuciones del Tribunal del Orden Público, pero también cuando Camilo Sesto se desgañitaba con Jesucristo Superestar llenando teatros; con los guateques de los jóvenes degenerados que, además de melenudos, bailaban música extranjera y bebían combinados alcohólicos; también cuando cerraban una librería y multaban al dueño por vender libros prohibidos; cuando los movimientos vecinales reclamaban asfaltado de calles o agua corriente para las casas; cuando los universitarios salían a las calles para pedir la liberación de los presos políticos y democratización de la universidad y del país; cuando detenían a peligrosísimos currelas por organizar un sindicato y pedir mejores condiciones laborales, o se ponían los trabajadores en huelga; cuando veían a una muchacha con minifalda, o se verbalizaba el secreto de los viajes a Londres para abortar; cuando se organizaban conciertos con cantautores que hablaban de cosas inquietantes como libertad, solidaridad o amor (también del físico, claro); cuando caía una célula de opositores, que si eran de izquierdas eran demonios soviéticos, si de derechas, contubernio de Múnich…

En fin, el “¡para esto…!” era algo tan cotidiano y frecuente como la amargura de los fascistas, y así acabó convirtiéndose en frase coloquial, en chascarrillo al que se acudía para ironizar y distanciarse de aquella carcundia intolerante, de su asfixiante autoritarismo. Contra la dictadura se luchó en las calles y se combatió con resistencia pasiva e imaginativa en la cotidianidad. Aquel régimen ―por más que quieran convencernos de lo contrario, meme mediante, ¡meme!― fue un tiempo de hipocresía y desolación.

¡Para superar tanta infelicidad hemos construido esta democracia! ¡Y una gran constitución!