DIARIO DE BURGOS, 16/04/2024. Página 5.
Cuando los parlamentarios y asimilados de Vox hablan en el Congreso de
los Diputados, en las Cortes de Castilla y León o ante cualquier micrófono que
les ponen delante, creen que dicen cosas como “He visto cosas que vosotros no
creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar
en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser.” Pero, en realidad, graznan.
Ellos se palmean, se jalean y animan como si la intervención hubiera sido un
combate épico en el senado de Roma. Es obvio que les han dado algunas
recomendaciones sobre cómo modular la voz y acompañar los gestos, pero todo
queda en nada al escuchar la sinsorgada de turno. Sus declaraciones quedan muy
lejos del dramatismo del replicante Roy Batty. Farfullan cosas sin sentido,
exageraciones en el mejor de los casos, habitualmente falsedades históricas,
barbaridades sacadas de algún vídeo que circulará por sus redes privadas,
cuando no mentiras crasas. Vox ha comprobado que mentir sale gratis ─no son los
únicos─. Tratan a la población sin respeto, como un ganado primario que
reacciona a la provocación y la gestualidad incitadora, una masa tan iletrada
como los diputados ultras, pero con ganas de marcha…
Las recientes intervenciones del diputado José María Figaredo en el
Congreso deberían conllevar una expulsión del escaño por falsedad. No menos
graves fueron las falacias y estupideces dichas por el procurador David Hierro
en nuestras Cortes regionales negándose a condenar el golpe de Estado del 18 de
julio de 1936 y la posterior dictadura franquista. Todo forma parte de la misma
estrategia: negar las bases de convivencia acordadas en la única ley de
concordia válida de nuestra sociedad, la Constitución de 1978.
Quienes votan a Vox pensando que con ello apoyan un ejercicio de
patriotismo, siquiera con ciertos rescoldos franquistas, parecen ignorar el
engaño del que son presos: Vox es el
partido más anticonstitucional de nuestro sistema. Su modelo propugna acabar
con todo lo que supone concordia de la Constitución: un sistema de salud
público universal y gratuito, derechos de los trabajadores, defensa de la
igualdad y equidad, respeto de las minorías y situaciones de desigualdad,
educación de calidad y gratuita, atención social. Eso sí, mucho golpe de pecho,
mucha bandera, mucho marcar quienes se salvarán y quienes arderán en el
infierno… Verdaderamente, su modelo no es para tibios, tampoco para quien vaya
más allá de la lectura de un libro.
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