DIARIO DE BURGOS, 30/05/2023. Página 5.
Al final, se
consumó el ardid y atrás quedaron los barrios, los carriles bici o la pelea por
el centro de atención primaria. Se abandonó el detalle de lo menor, de lo
local, de lo que mancha o huele para envolverse en la siempre resultona épica:
acabar con el sanchismo, con ETA o con el robo de elecciones por correo. Y el
trampantojo funcionó.
El voto se ha dirimido
en clave nacional. Los fontaneros del PP tenían buenas razones para elegir esta
vía bóvido-trumpista testada con éxito: se agita el trapo y el votante,
obediente a su entrenada genética, embiste. Ya se concluirá lo que interese
como explicación a tan sorprendente
reacción.
El problema de
partida era que donde ha gobernado la izquierda, había consolidado una imagen
de eficacia y buena gestión. Así, los hábiles plomeros se aplicaron a borrar
tal parecer promoviendo un discurso ajeno a la realidad local. Por eso hemos
visto programas irrisorios y jaujinos, cuando no carentes de todo aterrizaje municipal.
Hasta sin candidato local. Daba igual, la gente iba a votar otra cosa.
Luego, los fracasos
de parte. Podemos nacional ha trabajado denodadamente por la extinción de su
tenue tejido local. Quienes les habían dado su apoyo en otras ocasiones, han
huido de sus siglas ante la deriva delirante en que ha entrado el partido: la
locura trans, su feminismo misógino, el peluchismo animalista, el
ensoberbecimiento perpetuo, su actitud innecesariamente retadora… Este voto, en
la parte más comprometida ─en cuanto a ejercerlo─ ha ido al PSOE, que pierde lo
suyo ─por errores propios, por la parte que le afecta del cabreo feminista, más
el efecto del enfangado fontaneril─, haciendo así, también, engañosos sus
resultados. La abstención, la huida y castigo a las siglas podemitas, se han
constituido en injusto castigo de los candidatos locales. El desnorte de
Podemos nacional es hoy el mejor sistema de engorde de la ultraderecha y, junto
con la fragmentación y egotismos injustificables, la máquina de porculación más
efectiva del voto de izquierdas.
La decisión
del presidente del Gobierno es, una vez más, inteligente, veremos si suficiente.
El panorama de trumpismo emergente nos lleva a la tormenta perfecta. Demasiada
gente no ha entendido que lo que estaba en juego nada tenía que ver con la
ficción de ETA, sino con un modelo social más igualitario y de Bienestar. Y,
como pasó en 2011, cuando lo descubran, será demasiado tarde.