27/6/23

FRATRICIDA

IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA
DIARIO DE BURGOS, 27/06/2023. Página 5.

 Me ofende y no me convence ese acudir al “fratricidio” como expresión de la Guerra Civil. Un discurso que cada vez está más en boca de la derecha ultramontana, que despacha así su aversión al tema jugando con la idea de una aberración natural, un pecado contra natura: la lucha entre hermanos.

Las vueltas que damos y seguiremos dando a la Guerra Civil tienen que ver con sus orígenes sucios y la profunda carga de tergiversación heredada del franquismo. No se sorprendan, ninguna guerra civil se debe a grandes principios filosóficos. Simplificándolo mucho, la Guerra se produjo por el irrespeto de una parte de la sociedad de las bases fundamentales de una democracia: los resultados electorales de febrero de 1936.

Hay quienes quieren sí, quieren, porque es un acto de voluntad, no de conocimiento histórico seguir defendiendo los argumentos de la Dictadura, que trató de construir la idea de ilegitimidad de aquellas elecciones. No fue así. Hubo irregularidades, son conocidas, pero eso no supuso el fraude electoral. El Frente Popular ganó las elecciones.

La Guerra Civil no fue una guerra entre hermanos. Eso es una ñoñada poética que provoca un enternecimiento confuso al que no puede atender el historiador ni el ciudadano consciente. La Guerra fue un conflicto profundamente ideológico, lleno de radicalidad e intereses creados. Puestos a clasificarla, se ajustaría más decir que fue una visceral lucha de clases en la que algunos buscaron el completo exterminio del otro ideológico.

La repetida invocación del calificativo “fratricida” por las derechas para la Guerra funciona por sus evidentes resonancias bíblicas. Lo esgrimen como una suerte de razón humanitaria para rechazar la Ley de Memoria Democrática en lo que esta tiene de visibilización y comprensión de la fealdad del pasado, eso que, decía Hannah Arendt, supone “mirar la realidad cara a cara y hacerle frente de forma desprejuiciada y atenta, sea cual sea su apariencia”.

La Historia no es una parábola, un cuento o un conjunto de leyendas. La Historia es la vida analizada, comprendida, explicada desde la complejidad de su factura. Mediante un emocionalismo embaucador, líderes como Isabel Díaz Ayuso buscan la infantilización del ciudadano, su complicidad para negarse a conocer el difícil pasado, su disposición para aceptar tesis profundamente antidemocráticas.

Lo del “fratricidio”, es artero porque al rechazar saber lo llaman remover, se perpetúa la manipulación y el sufrimiento injusto. 





13/6/23

MITÓMANOS

IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA
DIARIO DE BURGOS, 13/06/2023. Página 5.  

Los grupos humanos acuñamos mitos y relatos sagrados con los que sobrellevar las inconsolables dudas que supone vivir. Con el paso del tiempo, intelecto, educación y humanismo, algunos se sacuden la hojarasca de las creencias y apuestan por el conocimiento crítico, por la ciencia, por el riesgo de vivir. Hay quienes, sin embargo, jamás salen del mito, evitan el vértigo de la disidencia. Antes prefieren ser grey que incómodo inquiridor.

A partir de las sociedades con desigualdad ─lo que nos lleva muy atrás en el tiempo─, los sistemas de creencias han procurado, sobre todo, sustentarla. Muchos relatos míticos fijaron jerarquías en el orden natural del mundo: realezas (a menudo divinas), aristocracias desoxigenadas (sangre azul), sacerdocios sacralizados, hombres sobre mujeres, patrones… Dios o los dioses lo habían querido así, ergo, todos quietos. Digo dios, como digo capitalismo.

Hace ya mucho que sabemos que la historia no es lineal ni progresiva, ni tiene un destino. Y si todo tiempo vive momentos cruciales, no lo son menos los actuales, en los que no hacen más que caer mitos. Por ejemplo: que la subida del salario mínimo iba a hacer quebrar a las empresas y a arruinar la economía. Y, al contrario, ha favorecido el crecimiento económico, el aumento del gasto, y que hoy la española sea la economía que más crece de la OCDE y con la inflación más baja de toda Europa. Otro tanto con las condiciones de los trabajadores: la reforma laboral iba según los agoreros defensores del mito de “Dios lo quiere”, a acabar con la flexibilidad del mercado y abocaría al cierre a muchos negocios. Resultado: tenemos la cifra más baja de paro de nuestra historia y el mayor número de contratos indefinidos, lo que permite a la gente una mínima planificación de sus vidas.

Estas cosas deberían hacer crecer el número de ciudadanos satisfechos y conscientes de lo logrado, pero los mitómanos luchan denodadamente desde sus tribunas y púlpitos para que esto no se perciba y valore. Ítem más, anuncian el apocalipsis y, como sucediera con Obama y el papa Francisco, convierten al presidente Pedro Sánchez en el Anticristo. Luchar contra eso que llaman el sanchismo es, para los mitómanos, un imperativo cuasirreligioso, una cruzada. Focalizar la frustración, el mal y la culpa en alguien, sí, es infantil, pero, al parecer también muy rentable electoralmente.

El mito es siempre engaño, y no a favor nuestro…