18/3/20

DELENDA EST...

IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA
DIARIO DE BURGOS, 18/04/2020. Contraportada

La corte apesta. Tras las pelucas y casacas de seda, tras los polvos de arroz y los falsos lunares, hay voracidad y lascivia, desorden, egolatría, miseria y avidez. El trono se sostiene por las regalías a sus pares nobiliarios, reteniendo lo más para sí: privilegios a mansalva, ordeño de los de abajo. Los consejeros áulicos, tantos de ellos tonsurados, han construido la legitimidad regia como emulación de la divina, un favor de ida y vuelta: un rey-dios que gobierna, con sus increados de idéntica naturaleza —serafines, querubines, tronos, arcángeles, etc., la sangre azul—, descansados en los altos funcionarios de su administración —santos, beatos, vírgenes, mártires, confesores…—, sobre un pueblo llano, los justos, que pagan y penan —suyo es el dolor, el trabajo y el purgatorio—. Así se ha mantenido durante siglos un sistema de fe y explotación, de mezcla de poderes y leyendas: la monarquía absoluta.

Con la llegada de las revoluciones burguesas del siglo XIX se quiso convertir a muchos de estos monarcas en supuestos reyes-funcionarios, las famosas monarquías constitucionales, que tantos quebraderos de cabeza trajeron a las viejas casas reinantes. La soberanía nacional, la separación de poderes, la transformación de los súbditos en ciudadanos… Los reyes iniciaron su decadencia. Algunos ya habían perdido la cabeza, otros los tronos, y no era cosa de quedar desguarnecidos. Y ahí entraron a saco los borbones, con la reina Mª Cristina y su segundo marido (morganático) Fernando Muñoz, como grandes emprendedores. Vaciaron el tesoro, el bolsillo secreto de la reina Isabel II, y fundaron empresas que engordaron con tremendas comisiones de obras públicas de puertos, ferrocarriles y abastecimientos. Un escándalo real.

La actuación de Juan Carlos I ha sido de manual en cuanto a la rijosidad y munificencia para sí. El rey Felipe VI, seguramente más serio que su padre, ha tardado más de un año en actuar públicamente tras saber que era beneficiario de las cuentas secretas ahora conocidas. Que le quite las miguitas de la asignación real es un gesto respetable, sí, como el que hizo Isabel II con su madre, pero también revela lo contradictorio que resulta tener a estos funcionarios de cuna al frente de sistemas democráticos. Supimos de Urdangarín, discípulo avezado, y ahora amenaza riada de datos nada ejemplares. Delenda est monarchia, que dijo Ortega.



4/3/20

URGENCIAS

IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA
DIARIO DE BURGOS, 04/03/2020. Contraportada.

Cuando llega una catástrofe, una gran crisis, lo que cuenta es la solidaridad, el apoyo común, el cierre de filas en la defensa de todos. Cuando llega la hora de la verdad, entendemos que nos necesitamos unos a otros. Y cuanto más amplios sean nuestros sentimientos de comunidad, mayor capacidad tendremos de respuesta.
No es infrecuente que en España se nos llene la boca sobre la capacidad de reacción que ha mostrado el país en situaciones terribles. Y a buen seguro que ha habido momentos de los que debemos sentirnos orgullosos porque prevaleciera un sentido de unión, de acompañamiento y hermandad. Por un instante, la conciencia colectiva emerge y aúna. Pero, lamentablemente, tales efervescencias suelen durar lo que el agua en una cesta.
Con el covid-19 penetrando en nuestras vidas, ¿nos acordamos de aquella vergonzosa propuesta que supuso dejar a los emigrantes sin asistencia médica mientras se esgrimía la salud de nuestras cuentas? ¿Es que los virus entienden de rangos o clasismos? ¿Y qué me dicen de quienes enarbolan bajadas de impuestos como gran panacea, dejando nuestros servicios públicos en bragas? Estados Unidos acaba de bajar los tipos de interés del dólar como medida estimuladora o correctiva de los efectos del coronavirus… ¿Y si en vez de procurar que los ricos se forren aún más los ciudadanos pudieran contar con un seguro médico básico que permitiera atender los síntomas sin temor a arruinarse?
¿Qué entendemos por sociedad de todos, por bienestar colectivo? La receta no puede ser la de celebrar un nuevo Decamerón, que es lo que proponen los ricos: retirarse a una privilegiada villa, aislados, diez pijazos jóvenes a contarse cuentos mientras a su alrededor la peste negra aniquila Florencia. De estas situaciones no nos sacan las banderas ni los himnos; las fronteras nada detienen… Invertir en buenas universidades públicas, en buenos centros de investigación consigue hacer el país grande, por preparado, eficaz, solidario, seguro. ¿Qué tantos cuentos con Venezuela o con la gazmoñada del pin parental? Una sanidad pública eficaz y universal, unos servicios bien financiados, como una educación pública bien atendida, eso es lo que erige muros sólidos contra la intolerancia, la ignorancia y la insolidaridad. Y favorece la salud, la de todos y la de cada uno. Eso es lo urgente.