DIARIO DE BURGOS, 29/05/2019. Contraportada.
Las últimas
elecciones han dejado al aire las vergüenzas de una ciudad que se debate entre
negar la posmodernidad para confundirse en viejas nieblas, o abrazarla con
excesivo afán.
Una vez
más, se ha constatado la persistencia del voto conservador y nostálgico que
ahorma a PP y Vox: un 33% del electorado.
Cs, recogiendo al resto de náufragos de la desolada derecha y centroderecha —exUPYD,
excomuneros, neoliberales, y mediopijos viajados—, aporta casi un 17%. En
total, 50% de los votantes ejercientes, o lo que es lo mismo, un muro cuyo
mayor proyecto para la ciudad pasa por convertirla en una recreación de Los pilares de la tierra.
En cuanto a
la alternativa, el PSOE ha cosechado su parte precisa, pero, por favor, sin
engaños. Por más que lo repita de la Rosa, sus resultados no se deben a haber
sido la muleta del equipo de gobierno Popular —eterna gratitud le debe el
beneficiado y resistente senador Lacalle—, sino a los favorecedores vientos
Sanchistas que han recorrido España. En cualquier caso, el 36% socialista es
insuficiente. Dada la trayectoria de Marañón en Cs, cabe esperar pocas alegrías
para el PSOE y aledaños marginales de esa orilla. Y ahí topamos con el desastre
y sinrazón de la izquierda, el socio incompareciente.
Descompongamos
la miseria. Como en casi todos los sitios donde Podemos participó en mareas y
confluencias en 2015, también en Burgos ha sacado mejores resultados que
aquellas por separado. Primer análisis para Imagina, que tan alegremente
propició la expulsión de dos ediles claves para el proyecto de transformación.
(Cierto que no hubo intentos serios de recomposición por ninguna de las
partes). Segundo, si tan convencidos están de la necesidad de cambio, solo cabe
una refundación de la izquierda que permita superar la irreductible y dañina identidad
de los microgrupos que la componen, con Podemos a la cabeza. Hay que fijar unos
mínimos comunes básicos, estrategias claras y unas lealtades necesarias. Está
claro que el horizontalismo excesivo, hogar de ambigüedades y diletancia, casa
mal con sociedades complejas envejecidas. Así se evitará errores como sumas que
restan —castellanistas—, agrupaciones locales cainitas que se declaran
independientes de las estrategias nacionales —IU/EQUO— y filibusterismos vergonzantes
como el del sin par Manjón.
Arrancan
tiempos exigentes de inteligencias que no se acaban de vislumbrar en el
horizonte.