No solo Spain is NOT different sino que la derecha,
tan acostumbrada al dictado internacional de las modas, ya se ha apuntado al
involucionismo más radical. Ha habido ingenuos que pensaban que el moderantismo rajoniano vacunaba al
conservadurismo español de ciertos excesos. Pero Casado ya nos ha dejado claro
que no, que con él ha llegado el esperado ultramontanismo. Y lo piensa jugar sin
ambages ni medias tintas como demuestra su rotundo “aquí no cabemos todos”. De
entrada, la carta de la migración. Queda así claro que el primer flanco que
Pablo casado vigila es el de la extrema derecha, allí por donde Vox le comía la
tostada justamente con la cuestión migratoria.
Son varios los vectores que se mueven de fuera a adentro
en el espectro conservador. Asistimos alucinados a la cruzada ultra de quienes
han aupado a Trump al poder, como Steve Banon, y que ahora reparten sus apoyos
y financiación a los grupos de extrema derecha de toda Europa. Y no es el único
caladero. La Rusia de Putin anima y apoya igualmente a todo movimiento insolidario
y antieuropeo. Se alienta el orgullo ultra, la testosterona nacionalista, la
hiperconciencia identitaria, el ombliguismo tribal.
Los populismos se basan en un tipo de pragmatismo que
les permite bandazos ideológicos, victimismos absurdos y un cinismo
sobrecogedor. El partido que más claramente se intitula “popular” volverá a la
estrategia de la agitación, a descubrirnos
que vivimos rodeados de criminales, a defender los derechos de los privilegiados,
a sostener el cabreo interno como base de negación de alternativas.
Ya están aquí. Responden al patrón internacional:
jóvenes, de buena pinta, bien vestidos, que hablan con una sonrisa, con familias
telegénicas, y que simple y llanamente quieren borrar del mapa a los otros y a los feos. Igual llegan pelín tarde, pero el colmillo se les ha retorcido
tanto que parece ya el de un narval. Y empitonan con fiereza.