DIARIO DE BURGOS, 29/11/2022. Página 5.
El caso de la
ministra de Igualdad es uno de los más enturbiados. ¿Qué hay tras la reciente
crucifixión y, aparente, resurrección de Irene Montero? ¿Por qué tanta fobia e
hipérbole? Aquí se nos mezclan varios planos. En primer lugar, hay un evidente
odio visceral del fanatismo ultraderechista que ha convertido a Podemos, a sus
líderes, en blanco de su cólera y antítesis de su identidad. Este
irracionalismo furibundo actúa desde una retórica guerracivilista
irresponsable, absolutamente tóxica, predicando valores negacionistas y
deshumanizadores.
Hay, además,
un segundo plano, opacado tras la lógica ola de solidaridad con la ministra una
vez proferidos los bramidos de Vox. Con la polémica sobre la Ley del solo sí
es sí nos hemos topado con muchas voces de colectivos feministas y
pensadores que critican la forma de trabajar del Ministerio de Igualdad: quejas
de prepotencia y falta de consenso, de concepción de la ley ─en cuestiones como
el machismo, tan trabado en nuestra tradición cultural, el mero penalismo,
siendo necesario, no es la mejor arma ni la más eficaz─, o las traídas
cuestiones de técnica jurídica. Tampoco parece muy inteligente cargar contra
quienes tienen que aplicar la ley… El problema, entiendo, está en la
injustificable apropiación del feminismo por parte de Podemos. Un movimiento
que debe ser transversal, de necesaria incorporación en distintos ámbitos e
ideologías. La extremista incautación por Podemos de todos los símbolos y
banderas feministas ha traído la calificación de enemigas, sobrantes o enemigas
de quienes siendo feministas no comulgan con el radicalismo queer, que
no es sino una interpretación muy conflictiva del feminismo. El afán por evitar
que la Ley trans, con asuntos sumamente discutibles desde la ciencia y
el respeto a los derechos de la infancia, sea discutida en el pleno del
Congreso es otra muestra de una praxis radical contraproducente. Los cambios
sociales no se hacen contra la sociedad, por decreto, bajo criterios dogmáticos
y pseudociencia.
Cuando vomita
Vox su excrecencia machista, sí, todos somos Irene Montero, pero en
cuanto a su forma de legislar desde Igualdad, estamos en nuestro derecho de
reivindicar independencia de pensamiento para, si lo merece, apoyar su trabajo,
pero también criticarlo cuando se fundamenta en tanto pensamiento mágico.