DIARIO DE BURGOS, 18/04/2023. Página 5.
La gente del campo está hasta los cojones. Bajo los buzos de trabajo, apenas cubiertos por la camisa de franela, los cuerpos esconden maltratos, moratones y magulladuras sin fin; lo de las almas es peor. Todo es incomprensión, palabrería y hostias a tutiplén.
El mundo rural
está harto de regulaciones absurdas, de declaraciones medioambientales que no
controlan y emputecen sus vidas, de protecciones a la fauna salvaje que se
ensaña con sus rebaños sin compensación a cambio, de exigencias sanitarias en
su producción que no cumple ni un hospital oncológico, de cierre de
consultorios y colegios, de falta de servicios e infraestructuras, de producir
a pérdidas… Se saben ignorados, y lo que es peor, despreciados.
Vox, partido
experto en algoritmos y en estimular cabreos, vio en el agro un entorno
propicio. Su apoyo a la caza y a la tauromaquia le salió bien. Luego, no ha
descuidado el contexto y sus puestecitos de chapas y pulseras se han visto en
toda feria que se precie. En Castilla y León alumbró aquel lema genial que le
ha llevado a estar en el Desgobierno: Siembra. No sacaron procurador en Soria,
y esta no es otra historia, es otra estrategia para el mismo clamor.
Desde el
ombligocéntrico ámbito urbano tendemos a ver el campo como espacio de
inmovilidad y tradicionalismo, ignorantes de la inmensa capacitación
tecnológica de los agricultores, de la digitalización brutal de los procesos
productivos del sector primario. Un mundo en el que hombres y mujeres se ponen
al frente de sus explotaciones sin guerras culturales chorras, mientras les
llegan, vía BOE, las posmogilipolleces de quienes viven en un mundo paralelo
fuera del sentido común. El problema es que no les pagan lo que producen, no
les apoyan en sus crisis, les asumen desiertos vaciados. Hasta que llega una
pandemia y son declarados trabajadores esenciales..., para beneficio de
distribuidores y cadenas alimenticias.
El mundo rural
nos va a dar un susto, seguramente necesario. Lo acaba de hacer en Holanda,
donde el BoerBurgerBeweging, el
Movimiento-Campesino-Ciudadano, ha ganado las elecciones de marzo y tiene en
sus manos el Senado. Los movimientos que asoman por nuestros lares no acaban de
encontrar una dirección eficaz, pero la hallarán. Es inevitable que generen su
propio espacio político porque en la partitocracia actual no están ─el irresponsable
regadío de Doñana es un fatal intento─. Hay que oír la voz del campo. Y,
urgente, atenderla.