DIARIO DE BURGOS, 13/06/2023. Página 5.
Los grupos
humanos acuñamos mitos y relatos sagrados con los que sobrellevar las
inconsolables dudas que supone vivir. Con el paso del tiempo, intelecto,
educación y humanismo, algunos se sacuden la hojarasca de las creencias y
apuestan por el conocimiento crítico, por la ciencia, por el riesgo de vivir.
Hay quienes, sin embargo, jamás salen del mito, evitan el vértigo de la
disidencia. Antes prefieren ser grey que incómodo inquiridor.
A partir de
las sociedades con desigualdad ─lo que nos lleva muy atrás en el tiempo─, los
sistemas de creencias han procurado, sobre todo, sustentarla. Muchos relatos
míticos fijaron jerarquías en el orden natural del mundo: realezas (a
menudo divinas), aristocracias desoxigenadas (sangre azul), sacerdocios
sacralizados, hombres sobre mujeres, patrones… Dios o los dioses lo habían
querido así, ergo, todos quietos. Digo dios, como digo capitalismo.
Hace ya mucho
que sabemos que la historia no es lineal ni progresiva, ni tiene un destino. Y
si todo tiempo vive momentos cruciales, no lo son menos los actuales, en los
que no hacen más que caer mitos. Por ejemplo: que la subida del salario mínimo
iba a hacer quebrar a las empresas y a arruinar la economía. Y, al contrario,
ha favorecido el crecimiento económico, el aumento del gasto, y que hoy la
española sea la economía que más crece de la OCDE y con la inflación más baja
de toda Europa. Otro tanto con las condiciones de los trabajadores: la reforma
laboral iba según los agoreros defensores del mito de “Dios lo quiere”, a
acabar con la flexibilidad del mercado y abocaría al cierre a muchos negocios.
Resultado: tenemos la cifra más baja de paro de nuestra historia y el mayor
número de contratos indefinidos, lo que permite a la gente una mínima planificación
de sus vidas.
Estas cosas
deberían hacer crecer el número de ciudadanos satisfechos y conscientes de lo
logrado, pero los mitómanos luchan denodadamente desde sus tribunas y púlpitos
para que esto no se perciba y valore. Ítem más, anuncian el apocalipsis y, como
sucediera con Obama y el papa Francisco, convierten al presidente Pedro Sánchez
en el Anticristo. Luchar contra eso que llaman el sanchismo es, para los
mitómanos, un imperativo cuasirreligioso, una cruzada. Focalizar la
frustración, el mal y la culpa en alguien, sí, es infantil, pero, al parecer
también muy rentable electoralmente.
El mito es
siempre engaño, y no a favor nuestro…
No hay comentarios:
Publicar un comentario