DIARIO DE BURGOS. 15/04/2025. Página 5.
Aquella mañana
temprana de verano, bajo un sol de justicia, mi padre me dejó junto al fresco
soto que marcaba lindero con la tierra. En el morral, un trozo de pan, una cantimplora,
cecina y queso, y La ciudad y los perros. Cuando lo acabes, vuelve, que
te espera un mundo.
Cumplidas las
luces, con el andar vacilante, la casa recogió a un niño ajado, ya ido.
A la mañana
siguiente, en silencio, almorcé con mi padre a su regreso de su trotada
mañanera. Su mirada cálida parecía entender mi turbación y cambio, el efecto
ocasionado por el Leoncio Prado. Me pasó el brazo por los hombros y me llevó a
la biblioteca. Hoy vamos a conocer el hielo, me dijo con una sonrisa, y me
abrió la puerta a Macondo.
El fin de la
infancia llegó de la mano de Vargas Llosa y García Márquez, cuyos libros empecé
a alternar compulsivamente en la querencia de leer todo lo que escribieran, y
con ellos todo el llamado boom y el preboom. Parecía que
cualquier escritor latinoamericano abría una puerta al paraíso. Leí con avidez,
y a menudo con atracones, las obras del maestro Borges y las de Bioy Casares, leí
a Juan Rulfo, a Arturo Uslar Pietri, al gran Julio Cortázar, a Carlos Fuentes, a
Miguel Ángel Asturias, al musical Alejo Carpentier, a Rómulo Gallegos, a Jorge
Amado, a Juan Carlos Onetti, a Ernesto Sábato, a José Donoso, a Augusto
Monterroso, a Alfredo Bryce Echenique, a Álvaro Mutis, a Guillermo Cabrera Infante, luego llegarían otras
generaciones… La literatura en español ya nunca más podía contenerse en la
Península. De estas pasiones y de alguna historia familiar, surgió un vínculo
con América que nada tenía que ver con conquistas ni leyendas rosas o negras,
sino con fascinaciones por mundos y personajes, luchas, injusticias, guerrillas
y dictaduras que han seguido hasta hoy.
El mundo que
me tocó vivir, también lo leí. Y lo que hoy soy se debe al encuentro de sociedades
y conocimientos a través de esas grandes inteligencias creadoras que han sido
─son, a través de la perdurabilidad de sus obras─ los escritores
latinoamericanos ─y de otros muchos lares─ que topé. Con ellos descubrí que el
acto de leer, es revolucionario.
Sentí
íntimamente la pérdida de Vargas Llosa. El personaje…, perdónenme, poco importa
ya. Su obra, sin embargo, seguirá marcando vidas, recuerdos y disputas, desde una
inmarcesible grandeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario