DIARIO DE BURGOS, 1370572025. Página 5.
Es
consustancial a nuestra condición de tolais sociales confundir realidad
y deseo, o mejor, ser enredados, como ya lo contara Platón con su caverna. Los realistas
del siglo XIX, con Stendhal a la cabeza, presumían de una novela que, dijeron,
era un espejo que se pasea por la vida. Lo cierto es que aquella gente
construía mundos que no eran exactamente la realidad, sino sus percepciones. La
prensa lo aprendió muy pronto, y aprovechando el auge del periodismo, pronto entendió
que las clases medias que consumían ávidamente lo impreso, tendían al
conservadurismo y melindrez, que eran buenas amigas del sensacionalismo y la
tinta gruesa. Un filón. El admirado periodismo de los Pulitzer se convirtió inmediatamente
en el de los Randolph Hearst, que a bote pronto, consiguió que Estados Unidos y
España entraran en guerra gracias a sus periódicos. De la información a la
agitación. El ciudadano Kane. La prensa devino, a pesar de lo que su
romantización nos cuenta, en riesgo constante. Tan necesaria como peligrosa, la
información pocas veces ha podido desempeñarse como auténtico cuarto poder.
Pudo hacerlo con Bernstein y Woodward en el Watergate ─¿en qué ha quedado hoy
el Washington Post?─; con el Boston Globe y los abusos de la
Iglesia Católica, pero casi siempre, poder económico ─con su corrupción─ y
grupos mediáticos son parte de la misma ecuación.
The
Guardian (UK) publica estos días cómo el presidente de España sufre Lawfare
─guerra sucia judicial─ con casos instrumentales sobre su familia, ─todos
sabemos que ahí no hay nada─. Hay periódicos y otros medios que
solo jalean eso diariamente para energumenizar con el absurdo de la
dictadura sanchista, que es la cosa más disparatada que puede uno oír. El
diario que mintió despreciablemente sobre los atentados del 11-M saca ahora
conversaciones privadas del presidente que estaban custodiadas por un juez…
Esta derecha mediática, la gran productora de bulos, la jaleadora de indecencias
judiciales ultras, vuelve a la táctica de muñir realidades paralelas ─como en
la II República─, a alterar hechos y sucesos interesadamente.
El nuevo papa,
cuyo nombre no viene como continuidad del XIII, sino del más fiel y leal
discípulo de San Francisco ─León de Asís─, insiste en la importancia y valor de
un periodismo veraz: “solo los pueblos informados pueden tomar decisiones
libres”. Una verdad como un templo, que esperamos más sólida que la
incorrupción del cuerpo de la pobre Santa Teresa.
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