DIARIO DE BURGOS, 04/10/2017. Contraportada.
Estoy en contra de las banderas en las ventanas.
El irredentismo nos lleva a un cierto histerismo colectivo. No se blanden las
banderas con un sentido integrador, se está haciendo como marcaje de la tribu,
como señal de reconocimiento frente a otros.
El gobierno del PP está llevando el conflicto
catalán por la peor vía posible y con escaso sentido de Estado. En primer lugar,
porque no está defendiendo ninguna idea de España válida e integradora, sino
una versión propia, patrimonializada, buscando réditos electoralistas,
principalmente contra C’s —la lucha por el centro derecha—. El precedente de
esta actitud está en la consulta del 9-N de 2014, en la que no trataron de
impedir por vía policial la igualmente ilegal —y por tranquila, intrascendente—
consulta. El resultado de las elecciones autonómicas del 2015 en Cataluña fue
que el PP pasó de tener 19 diputados (2012) a 11. Ciudadanos, que se bregó
denodadamente contra la consulta cosechó un espectacular aumento: de 9
diputados (2012) subió hasta 25 convirtiéndose en la primera fuerza de la
oposición.
El Gobierno ha jugado al doble juego de la firmeza
y la falta de culpa. La ausencia de imparcialidad e independencia del Tribunal
Constitucional —¡qué decir de la Fiscalía general!— han servido al gobierno de
Rajoy para que las decisiones no parecieran ser políticas sino jurídicas. El
bochornoso espectáculo de las cargas policiales del domingo, nos dicen,
responde a decisión judicial al haber declarado el Tribunal Superior de
Justicia de Cataluña ilegal el referéndum. ¿Ordenó el tribunal vaciar toda
España de policías y guardias civiles para que se trasladaran a Cataluña? ¿Paga
el TSJC los barcos y hoteles que los alojan?
En el amplio espectro de mentiras y manipulaciones
servidas por el Govern y el Gobierno, hay una diferencia sobre la que va a
pivotar toda posible solución. Ambas partes jalean a los propios en pos de un
enfrentamiento de intereses. El PP llama a la indignación, a la insolidaridad
con la diferencia, al viejo centralismo. El Govern, con su manipulación
terminológica —qué es, verdaderamente,
libertad, democracia o votar—, ofrece una realidad alterada lisérgicamente que
provoca excitación, entusiasmo, la sensación de protagonizar la historia…
Contra eso, las porras de la policía no hacen sino reforzar tal ambiente.
Unos ofrecen amargura hortelana y otros un paraíso
en la tierra. Los demás no nos podemos quedar de brazos cruzados.