DIARIO DE BURGOS, 15/11/2017. Contraportada.
A los españoles de a pie, al pobrecito castellano
que trabaja y paga sus impuestos descorazonadamente viendo la despoblación y
sequía de sus campos, le sobrevienen un hipido interior que le encorajina
cuando oye hablar del maltrato a Cataluña. Mira a su alrededor y contempla las
ruinas de tanta promesa y agravio histórico, de cómo han esquilmado su vida y
los sueños de sus nietos… Y se enciende.
A quienes llevan décadas luchando contra viento y
marea por sacar a sus muertos de las cunetas, reclamando la dignidad robada por
la dictadura; para los represaliados y torturados en las cárceles y comisarías
del franquismo, escuchar las acusaciones de falta de libertad y represión hoy
en Cataluña, es una ofensa, una burla a su experiencia.
Escuchar las grandilocuentes declaraciones de
grupos de izquierda catalana sobre su internacionalismo y gran solidaridad con
los pueblos del mundo, pero despreciando con sus actitudes a los andaluces o
extremeños o gallegos… porque —dicen—, reciben parte de sus impuestos, es
indignante.
Jugar permanentemente al lenguaje de la doblez,
decir que no se es independentista, que las culpas son tanto del Gobierno como
de la Generalitat pero solo participando en manifestaciones de apoyo a
independentistas y políticos presos… Agota y descorazona.
Ahora que nos vamos enterando de que todo lo de la
independencia era una broma sin
efectos jurídicos, sin preparación real, con urnas pagadas del bolsillo de las
marquesas amigas como si se tratara de un rastrillo… la cosa no mejora. Lo de
Cataluña es tan triste como penoso. Hemos de tender puentes, acercarnos y,
desde luego, tratar de deshacer tanta manipulación e irresponsabilidad. (Ahora,
¡a ver quién desinfla eso!). A la vez resulta tan bochornoso toparse con esos
muros de victimismo, de supuestas incomprensiones… De su conocido
provincianismo, Cataluña ha pasado a un tribalismo cerril que encima pretenden
moderno. Querían ser nuevos europeos, dueños de frontera propia y discurso
neerlandes… Del mitificado cosmopolitismo barcelonés no queda más que una pose
de señoritos.
Algunos
aventuran que esto se arreglará con un buen acuerdo económico, recordemos, para
la cuarta región más rica de España. La semana pasada, el Presidente de
Extremadura, la comunidad autónoma con el PIB más bajo del país, daba una frase
antológica “tener dos lenguas no significa tener dos bocas”. ¿Resultó
insensible?