DIARIO DE BURGOS, 13/05/2024. Página 5.
Después de
tanta sobredosis de máquina del fango, ver a Salvador Illa ganar las elecciones
con serenidad de James Stewart, no solo conforta, es que a uno le alegra el
alma. Necesitamos ese trato de confianza en el votante, en la capacidad de
reflexión del ciudadano, hartos ya de ser jaleados como mulas cascabeleras. Cataluña
es espacio complejo al que las muchas ignorancias y agitaciones complican permanentemente
su gestión.
Los resultados
electorales no son concluyentes, pero de lo constatado hay noticias con las que
todo periódico que se precie debería haber abierto a cinco columnas, como: el
independentismo derrotado en las urnas. Y, ocupando la mitad inferior de la portada,
otro titular de igual tamaño: el presidente Sánchez tenía razón.
La política en
democracia es un arte de mediaciones y gestión para la mejora de las
condiciones de vida de los ciudadanos. Un servicio de resolución de conflictos
y desigualdades, de promoción de la justicia… El buen político construye sobre
estas bases en tiempos de bonanza para su proyecto, y ajusta cuanto puede a
tales principios lo que llega por la vía de la necesidad o la imposición
externa. Hacer política no es meramente desear, hay que tener la valentía de
saber ver en la concesión, en la generosidad, incluso en la incomodidad de
aceptar posturas ajenas rayanas en la indecencia, oportunidades para el
encuentro, la desinflamación, la rotura de diques de agravios… El presidente
del Gobierno tuvo el sapo de tener que negociar con Puigdemont su investidura
─incomodidad que le agradecemos todos los que no queremos un gobierno
neoliberal en lo económico y ultraderechista en lo cultural y social─, y vio en
la carencia una oportunidad para acercar Cataluña al ser común de España. Esta
decisión ingrata, la de la amnistía, como en su momento la de los indultos, se
ha revelado la mejor forma de coser España, frente a lo que dice el grupúsculo
de energúmenos fascistoides y desinformados que acosan cada tarde la sede del
PSOE injustificadamente.
Se puede vivir
del odio o hacer política para los ciudadanos. Nada hay más parecido que el
sionismo exaltado de Junts y el del PP-Ayusismo, dos perfectas máquinas de retroalimentación
procesista a través del rencor y la deslealtad, con idénticas estrategias de
desbordante clasismo y con sendos aliados ultras xenófobos.
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