DIARIO DE BURGOS, 29/10/2024. Página 5.
Hay un cierto
placer infantil en tener miedo, un cosquilleo en la parte baja del vientre: nos
libra de la obligación de andar con autoexigencias y responsabilidades para
diluirnos en la masa, en el grupo, para adquirir el carácter de manada o piara,
de horda.
A menudo cargamos
contra los de la promoción del miedo, pero poco hablamos del seguidismo que
este tiene, de cómo, gregarios al fin, entramos al trapo, de cuán exitosa es
esta estrategia. La narrativa del miedo es tramposa porque lo hace en lo
evidente y en lo velado. Por ejemplo, MAGA. Por ejemplo, Imperio. Por ejemplo,
Reconquista. Por ejemplo, Pueblo Elegido. Por ejemplo, Terrorismo. Por ejemplo,
Menas. Por ejemplo, Deportaciones.
El miedo es un
poderoso cemento social, máxime en tiempos de malos individualismos, o mejor,
cansinos ─véase la mierda neoliberal de las microidentidades─. Durante largas
épocas, los grupos humanos se han gobernado por sistemas que sobredimensionaban
lo colectivo y anulaban lo particular. Las religiones hicieron un papel
estupendo y con ellas las monarquías, satrapías y demás dictaduras. La lucha
tenaz por emerger el sujeto, el individuo, el artista, el autor, el pensador,
el ciudadano, fue larga y solo alcanzó plenitud con el liberalismo decimonónico
y la conquista de libertades democráticas. Frente a esto, los que defendían
ideas de rebaño, grey o masa.
Nada de lo alcanzado,
ya se sabe, está asegurado. Trump, Meloni, Orbán, Putin, Le Pen, Netanyahu,
Abascal ─y los feijooes que les compren el discursito─ apuestan por recortes de
libertades en aras de supuestas seguridades. Leyes mordaza, de seguridad
nacional, evitación de empadronamientos y acoso a migrantes, centros de
detención fuera del territorio, deportaciones masivas, bombardeos selectivos,
privación de auxilios a civiles... Hay
muchas formas de sentirnos seguros a fuerza de crear insolidaridad, caos y
destrucción, de acabar con el Derecho Humanitario, el Derecho Internacional, de
abandonar todos los principios de Justicia y proporcionalidad por las sucias maneras
de la Guerra hasta protagonizar los peores genocidios...
Si por algo las
elecciones norteamericanas tienen importancia es por el valor refrendador que
tienen las políticas de destrucción de libertades de Trump, por el efecto
emulación que tendrán entre las extremas derechas de aquí y allá. Algo nuestro
también se vota el 5 de noviembre, y no es que la alternativa sea Jauja, pero
lo del republicano puede ser el acabose. Si Donald Trump gana, todos nos asomaremos
al abismo.
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