DIARIO DE BURGOS. 10/06/2025. Página 5.
23:15 h. Todo
el mundo había volado, salvo Robert Pearson, que seguía en el despacho
martilleando su Remington Rand. El cubículo, mal iluminado, al fondo de la
redacción ─el ahitepudras, le decía él; último resto de su condición
redactoril─ guardaba un aire hopperiano. La mortecina luz del escritorio
parecía el faro de una costa traicionera, apenas adivinada tras los arrecifes de
mesas, máquinas y percheros de sus adocenados colegas. Quería dejar lista
aquella crónica de mierda del enésimo bodrio, penosamente preelectoral, de la
alcaldía. Si nada se torcía, mañana evitaría pisar aquella tierra de promisión.
Cuando había lanzado
el punto y final, y se calzaba el malbaratado Stetson, se percató de un sobre
en el suelo, junto a la puerta. Vaya, pensó, alguien quiere joder mis planes...
De su interior asomó una nota llena de lamparones:
“Andan en
el Ayuntamiento / haciendo del corazón tripas. / Acoquinan y exprimen duro / al
que asa carne en fogón. / Revientan las camionetas, / como el que tira a
pichón. / Ojo con ofrecer cuartos de libra, / o para peces carnaza serás. /
Solo quien, ¡ay!, a la gran caja unta, / estará luengo bien salvado, / in the
park”.
Metió el
anónimo al bolsillo de la gabardina y marchó al Gardener's Dog. Aquellas
burdas rimas merecían rumiarse con unas cuantas pintas, incluso un escocés de
los de desbroce.
Oldburg tiene habitualmente
la agitación de un puré de papas. Como buena ciudad basada en el orden y la
tradición, la corrupción estaba perfectamente regulada, con sus ventanillas
municipales, su club de empresarios explotadores, un arzobispado sensible a la
ostentación… Hasta circulan rumores picantes sobre ciertas concurridas celebraciones
en el Westinghouse College para señoritas. Todo el mundo sabía que el viejo
partido conservador elegía sus cargos por nacimiento y gobernaba para la vieja
Carcundia, pero que hasta las concesiones temporales para food trucks hayan
de pasar convenientemente por caja, solo podía significar que una fiebre
luterana extendía sus sarmientos hasta los asuntos más nimios y recónditos.
Aquí hay
tomate, pensó Robert mientras le hacía un gesto de relleno al camarero. Ha
tiempo que corrían habladurías sobre un eficaz nódulo de asesorres (así les
llamaban) en alcaldía. Trocear y picar, todo es empezar, se dijo el reporter.
Por lo que se ve, hasta las hamburguesas y hot dogs están controladas por la mafia.
¡Qué hambre!, murmuró Pearson.
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