24/6/25

LA SANTA CORRUPCIÓN (S.A.)

IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA
DIARIO DE BURGOS, 24/06/2025. Página 5.  

 A la Iglesia se le ha visto el plumero, como gustaban decir sus acólitos del XIX. Cuando todavía resuena en el Teatro Principal la carcajada general que provocó el arzobispo Iceta al decir que “la Iglesia no se mete en política” ─única frase reseñable del truño encíclico que fue su diálogo con Cercas─, encontramos al presidente de la conferencia episcopal piándola sobre la supuesta necesidad de unas elecciones generales.

El contexto del piscinazo es el penoso triángulo cerdanabaloskoldiano, que tiene al país en shock.  Un grave escándalo de corrupción ─además, soez y machista─, que afectará a la credibilidad del partido socialista y su secretario general, pero que, salvo sorpresa, y como suele decir la Santa Madre Iglesia, es un caso aislado y no cosa de la organización.

La Iglesia, por vieja y taimada, es experta en gestionar la corrupción, la santa corrupción. Gracias a ella, con su pretendida dedicación a las cosas de la otra vida, ha construido una inmensa estructura multinacional de poder especializada en la gestión de las debilidades de la vida y la salud, en los conflictos emocionales, en los terrores de la muerte. Un paraestado concentrado en ofrecer seguridades incomprobables a partir de elementos inasibles, mágicos y rituales. Lo consiguió tras fijar un mito originario de liberación y justicia, para incrustarse en el poder desde el imperio romano, convertirse en la gran terrateniente medieval, en la dictadora de vidas, morales y pensamientos, en la sostenedora de los poderosos ─Gratia Dei─. Confundió su propia organización con las estructuras del Antiguo Régimen y fue su brazo armado, condenó y excomulgó a la Modernidad, el laicismo, la democracia y la igualdad social, económica, política, de sexos, religiosa… Hasta hoy.

La historia de la Iglesia podría organizarse en siete capítulos autorreferenciales a su doctrina:  soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Por entre todos ellos hay mucha, mucha corrupción. Todos, claro, en la atención a asuntos muy de este mundo y en todos los niveles: malversación, desvíos de donaciones, inversiones fraudulentas, sobornos, inmatriculaciones escandalosas, pederastia y abusos, engaños educativos, apropiación indebida, explotación de fieles ─particularmente de las mujeres─, etc. Todo esto sin entrar en otras viejas cuestiones como la simonía, el clericalismo, la esclavitud, las guerras de exterminio, la exaltación y defensa de dictadores…

Voraz, ambiciosa, insaciable y corruptora. Santa. Y no se mete en política, aunque pareciera que siempre lo hace con las mismas querencias.




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