DIARIO DE BURGOS, 26/06/2019. Contraportada.
¡Quién nos iba
a decir que la política local se iba a convertir en deporte de riesgo! Los
Varones Ofendidos y Xenófobos ha salvado in extremis las posaderas al joven
Kennedy burgalés que, emocionado, vara en mano y brazo empuñado, declara que a
los concejales ultras “les honra lo que ha hecho”. Ítem más, alaba su
compromiso con Burgos, que ya es decir… En
fin, achaquémoslo a los comprensibles nervios de quien se vio fuera del baile y
le acaba salvando la desdentada más fea.
Vivimos desde
entonces en una montaña rusa emocional. Maroto enseñando pecho tatuado, Marañón
poniéndose faja y montera de arriero, y Lacalle… comprando con el móvil entradas
para el rey león. Después de que John Fitzgerald pusiera a parir a Madrid como
monipodio jodedor de los pactos locales, llégase de nuevo el
verde-que-te-quiero-verde y con tonada de la Verbena de la Paloma, dice que
pasa a la oposición, esto es, que le pone piso a JFK. Ver para creer.
Dadas las
cambiantes coyunturas, y apreciando como ninguno el cambio de Regidor, habrá
que replantearse alguna cosilla de los diagnósticos que hace la izquierda rosa,
no sea que acabe mandando flores a la sede de los Ofendidos inaugurada por el ciudadano
Ndongo (Burgos es maravilloso).
Para dedicarse
a la política hoy hace falta tener algo más que las cuatro reglas o un máster
de su majestad; conviene ser un figura del billar, juego con históricos toques
de lumpen y mariconeo (ya lo dijo don Camilo en La colmena). Tener fortuna es
cosa grande, pero en política tan importante es la inteligencia como un
considerable retorcimiento de los incisivos y conocimiento del juego a tres
bandas. Se equivoca JFK si sigue con la cantinela de que su voto procede de
haber sido la delgada rueda de averías del anterior consistorio. ¿Fue así para Tudanca?
Igual los hartazgos venían por otro lado. De momento, el senador menguante ya
ha aclarado que si te he visto, no me acuerdo, y que de colaborar ná.
Véngase con
albricias el nuevo gobierno y sea para bien de todos. Evítennos guiños y
ñoñerías, que del enemigo solo se pueden esperar maromas y puñales. Y clavos en
el ataúd.