DIARIO DE BURGOS, 27/10/2021. Contraportada.
Los partidos
que habían venido a cambiar el panorama político, boquean como jóvenes dinosaurios
intoxicados por tanto dióxido de azufre. Podemos aún cree proteger sus pérdidas
mientras a Ciudadanos casi no se le nota el pulso. En la UCI no dan abasto.
El partido
naranja, aquel heraldo de cierta sensatez media, denunciador de los excesos del
nacionalismo catalán, se apuntó a todas las coyunturas de aspiración pija, de
adosado con piscina y pista de padle comunitaria, y acabó creyéndose que este
país era un suburbio de New Hampshire, y a poco se transmuta en una sucursal de
Ivanka Trump. Sus votantes experimentaron unas radicalizaciones tales que ya no
sabían qué eran o por qué sustentaban inexplicables gobiernos. Lo que quede ni
siquiera será un hermoso cadáver.
En Podemos, las
podas se suceden sin descanso. Presos de una suerte de síndrome de
automutilación, el sueño asamblearista se derrumba a la chita callando entre la
indigestión de gobierno nacional y un hambre bulímica de liderazgo. Errejón
toca la flauta, que parece producir el milagro cromatográfico del tinto al
verde, mientras Mónica García le birla la silla para acercarse a la solana de
Yolanda Díaz. Y esta es otra, ¿cuál será la nueva fórmula de la enésima casa
común. Sobran egos, sectarismos, afanes conspiranoicos, excesos de identidad
fluida para centrarse en un proyecto social con chicha.