SERIE ULTRA, III
25/10/22
THE WAY II. HYSTERIA
21/10/22
THE WAY I
SERIE ULTRA, II
LA IRRUPCIÓN Y CONSOLIDACIÓN DE LA ULTRADERECHA
LA PENETRACIÓN
SERIE ULTRA, I
O DE CÓMO EL PP TRAJO A VOX AL GOBIERNO DE CASTILLA Y LEÓN
18/10/22
LUCHAR EL PASADO
DIARIO DE BURGOS, 18/10/2022. Página 5.
Uno de los
elementos definitorios de los ultranacionalismos ─los de hoy y los de ayer─ es
su obsesión por el pasado. Desde hace unos años, divulgadores de cualificación muy discutible o expertos con fijaciones e intereses poco profesionales, están
empeñados en la reescritura de la Historia por cuestiones ajenas a la mejora
del conocimiento. Se trata de un revisionismo histórico lleno de apriorismos y
emocionalismos, que se plantea “luchar por el pasado”, como si en tal esfuerzo
estuviera la solución a la vivencia del ser nacional (hoy).
En un reciente
documental, emitido en la televisión y proyectado en nuestra ciudad con notable
éxito, España, la primera globalización, al
hilo de contar las azarosas expediciones de personajes de la Edad Moderna, se
insiste por activa y por pasiva que la relación de España ─debían decir de
Castilla o, en todo caso, de la corona española─ con América no fue de
colonialismo. El objetivo fundamental de la obra es discutir ─empeño absurdo─
la llamada Leyenda Negra, como si en esto se batiera la aceptación de toda nuestra
historia. Los participantes en la película parecen entender que el término
“colonialismo” es negativo, que expresa explotación, extorsión, violencia,
genocidios…, y nos aclaran que eso lo
hicieron los británicos, pero no los españoles. Este burdo ejercicio de
justificación histórica por la vía de forzar comparaciones manipuladas, oculta
que hay distintos tipos de colonialismos, que corresponden con distintos
modelos político-económicos y épocas. Que los representantes de la corona
española fundaran ciudades y universidades en América, que hubiera historias
asombrosas de descubrimientos y de superación humana no puede ocultar que la
época colonial estuvo llena de conflictos, explotación, racismo, violencia y
genocidios. Lo que hay que aclarar es cómo fue aquello desde la óptica de su
época, de las mentalidades y valores de entonces.
La impecable
factura cinematográfica del documental resulta, por el contrario, burda e
infantil en su argumento de “lucha por el pasado”, de trasladar un (in)necesario
orgullo nacionalista al espectador. Máxime para discutir lo que todo el mundo
sabe: que la Leyenda Negra es un totum revolutum
de manipulaciones y falsedades, salvo ─como diría Rajoy─ alguna cosa que es
verdad.
En estos
tiempos de absurdos presentismos históricos, llenos de juicios errados e
injustos, incurrir en el mismo error que se denuncia, no parece cosa asaz
inteligente.
4/10/22
SUSTRATO
DIARIO DE BURGOS, 04/10/2023. Página 5.
Con prontitud nos albriciarán lo rentable que ha sido el Burgos cidiano: movilidades ingentes, espectáculos callejeros a rebosar, gran salida de la mercadería medieval sobretasada, y mucha felicidad en el sector que se forra con la ilusión colectiva: los taberneros.
Comprendiendo el gusto de la gente por la vida ruana, porque colores y
sorpresas les alegren la grisura de sus niñas, que algo parecido al sentido de
fiesta alerte corazones y bolsillos, lo cidiano, creo yo, merece una vuelta, no
por su innegable éxito, sino por su trasfondo.
La historia de la Edad Media, que en verdad es fascinante, transcurrió en
unas condiciones de extrema dureza, carestía, hambrunas, inseguridad,
enfermedades incurables, violencia constante y cortas expectativas vitales,
como cuenta Jacques Le Goff en El nacimiento
del purgatorio. Se me dirá que el jaleo cidiano es una inocente celebración
de (mínimos) ribetes literarios ─supuestamente, los del Cantar─, lo que haría
cualquier licencia aceptable. Claro, pero también es un ejercicio de
atemporalidad, de ahistoricidad para imbuirnos en un ambiente de rijosa
novelería, donde todo aquel que se disfraza tiende a ser Cid, caballero,
alférez, conde, rey, papa, obispo, Jimena, reina, condesa, abadesa…, y no los
mil veces más comunes campesinos, pobres, leprosos, putas, giróvagos, artesanos
judíos o musulmanes, o, aún más preocupante, ni si quiera rey de taifa o visir.
El jaleo cidiano lleva a confundir al héroe de Vivar con Robin de Locksley, ─por
supuesto, blanco nuclear y cristianísimo─, otorgando un aire de justiciero
imposible a aquel que en buena hora ciñó la espada.
La medievalidad tozudamente recogida en el callejero burgalés, en la
simbología urbana, conduce a la simplificación histórica, a la naturalización
de los privilegios, al reaccionarismo e inmovilismo social. Bien lo supo el
otrora caudillo y otros bastantes
antes que él. Las pseudomemorias medievales convierten la vida de nuestras
calles en tránsitos de pretensión inalterable, en historicismos de serrín que
entienden que han de seguir mandando “los de Burgos de toda la vida” ─incluso
cuando su antigüedad no vaya más allá del Polo de desarrollo─.
Falsas juras, falsos solares, falsas relaciones con el héroe… La de
Burgos y el Cid, es pura historia ficción, pero no inocente. Bien lo han sabido
siempre sus famosos mercaderes, la clerecía y nobleza. Como lo siguen sabiendo
los del gremio tabernil y posadero, y sus best
friends for ever.