IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA
DIARIO DE BURGOS, 06/01/2021. Contraportada.
Las distopías, esas ensoñaciones futuristas de
sociedades alienantes y deshumanizadoras, rebosantes de inventos y robots, se
han ido cumpliendo sin que nos percatáramos de ello. Autores dueños de una
imaginación desbordante escribieron muchas décadas antes de su existencia sobre
los viajes espaciales, la soledad mitigada por engendros mecánicos, la
hiperconectividad, el control de la población —también de su generación
jerarquizada—, de su pensamiento y movimientos, o de la desafección de los
gobiernos. Aquellos mundos felices escondían infiernos totalitarios que algunos
quisieron entender reflejo de la sociedad soviética evitando otras contriciones.
La paradoja, sin embargo, reside en que quienes han convertido nuestro presente
en una atemporal distopía no han sido los herederos de Lenin, sino los de
Milton Friedman.
Mientras nos perdemos en pseudofilosofías sobre el
transhumanismo, que llenan páginas y páginas de papanatas visionarios, la
población se va estupidizando inmisericordemente. Abonados a las redes sociales
iconolátricas y alfabetofóbicas —opiniones y estados de ánimo son meros
emoticonos—, prisioneros de las cookies interneteras, con obsesivo consumo de
pantallas y plataformas que nos enganchan…, nos encontramos en un mundo de
sorprendente imbecilismo colectivo que deja cortas las pesadillas de Bradbury,
Orwell, K. Dick o Huxley. Y sí, en este tampoco se lee.
Cuando nos hacemos de cruces con la gestión de la
pandemia y nos preguntamos cómo es posible con lo que sabemos científicamente
del virus que se actúe con tamaña irresponsabilidad institucional…, la
respuesta nos la dan los chips que llevamos implantados, no esos que dicen los
conspiranoicos antivacunas, sino los inseparables móviles que todo lo largan y
todo nos lo dictan a través de la percepción alterada de la realidad que son
las parroquias de whatsapp y demás sucedáneos.
Sin valores, sin palabras, sin pensamiento… Rotundos
adocenados, pero consumidores individualistas. Esa es la distopía que nos
inunda. Que el icono de esta pandemia sea Isabel Díaz Ayuso es la evidencia de
este terror blando, aparentemente indoloro, algo fofo, pero libertario. Y que
se juegue con las cifras de muertos, se regateen las medidas y controles, se
escatime la inversión en sanidad para hacer negocio con las privatizaciones no
es sino nueva normalidad… Distópica.