DIARIO DE BURGOS, 26/12/2023. Página 5.
Siempre me han
sorprendido los furibundos rechazos de quienes dicen defender la tradición ante
un cambio en el calendario, la llegada de una fiesta nueva, la irrupción de una
nueva costumbre. La humanidad, las culturas, cambian constantemente, se copian,
innovan, incorporan y abandonan costumbres. En cuanto aparece el fantasma de la
identidad, la armamos con sus trampas sobre el ser y el representarse. La
felicidad es otra cosa y, generalmente, tiene más que ver con la apertura, el
cambio, la tolerancia a lo nuevo que con el mantenimiento férreo de lo viejo.
Un clásico es
la celebración del Halloween moderno ─disfraces, dulces y espíritu festivo─
frente a Los fieles difuntos, en España con un cariz serio, de rememoración,
pero también de reunión familiar. La verdad que nunca he entendido por qué hay
que escoger, por qué no sumar, por qué privar a los niños de una fiesta
carnavalesca. No entro a la cuestión paradójica de haber sido el cristianismo
el conquistador de las fiestas paganas que eran la base del Halloween. Los
mexicanos lo han resuelto eficazmente con su fiesta de los muertos, donde conjugan
celebraciones, con el recuerdo y la visita a los difuntos disfrazados de
Catrina.
Otro foco de absurdez
es la cuestión Papá Noel frente a los Reyes Magos, dos tradiciones de semejante
antigüedad. Papá Noel, San Nicolás o Santa Claus responde al mismo espíritu
cristiano de regalar a los pequeños que la de los Reyes Magos; por cierto, Magos
que constituyen la gran reliquia de la catedral de Colonia. Contraponer una
fecha frente a la otra como una cuestión de autenticidad versus modernismo
caduco supone una venda irracional, un enfrentamiento innecesario en nuestro
mundo de felicidad a través del gasto. Mis abuelos, y antes sus padres, ya
traían a Noel todas las nochebuenas. Recibíamos unos pocos juguetes, a veces
menores, y la Navidad discurría mucho más feliz hasta su esperado final.
Algo de esto
hay en los discursos de Navidad. Yerra el Rey atándose a la literalidad de la
Constitución sirviendo para que los tergiversadores de la misma piensen que les
está dando la razón. Mejor hubiera tirado por los valores de la paz, del cese
de la violencia, como hizo el Papa acordándose de Gaza, lo que le habría venido
muy bien para reflexionar al energúmeno de Ortega Smith.
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