DIARIO DE BURGOS, 03/10/2023. Página 5.
Son estos días
convulsos, llenos de ordinariez y matonismo, de pensamiento débil, de
relativismo estéril, de provocaciones hueras, de insultos. Tiempos de hez y
macarras. De legión de imbéciles.
Hay una evidente
desafección de los valores en otro tiempo compartidos: los democráticos, los de
respeto y corresponsabilidad social. No es casual. Se busca degradar, generar
enfrentamientos, confrontar grupos, edades, clases… La economía, que no es
nada, que son los ricos, los super ricos, ha visto que la expansión de recursos
y nichos no es infinita, que para ganar más hay que centrarse en la vieja
fórmula: quedárselo todo.
Siglos de
hambres, explotación, enfermedades…, de luchas para conquistar el valor de cada
vida humana, la igualdad entre hombres y mujeres, la importancia del
pensamiento libre, la libertad de prensa, la salud social y la del planeta, para
toparnos en cada esquina con energúmenos que reniegan de todo, de cada palabra,
de cada pensamiento, de cada logro.
De la mano de
la tecnología, los fondos de inversión y las grandes corporaciones, irrumpen
sujetos de nulo fuste intelectual, sin preparación, sin mayor compromiso que el
de su medro, que andan convenciendo al personal de que pagar impuestos es malo,
cosa de incultos, hasta de comunistas… Prometen lo que jamás se debería
permitir a un político que se dice responsable, constitucional: acabar con el
sistema. De la mano de sus redes sociales, de canales privados y medios de
comunicación, hacen creer a la gente que el Gobierno es su enemigo porque les
cobra tasas. Nos roba, les dicen. Y tragan, y, cabreados, les votan
Sin impuestos,
no hay servicios públicos. Así, el negocio está en marcha, porque se lo quedan
los que mandan. Quienes nos suben los precios de los alimentos, encarecen las
hipotecas, los alquileres, los medicamentos, el ocio, los combustibles… nos
cuentan la milonga de la maldad de los tributos a sabiendas de que nuestros
sueldos no subirán como para pagar eso, ni por supuesto, lo que supondrá la
educación, la sanidad, la atención social privatizada. El tonto pica con lo de
la bajada, y luego se le despluma. Jamás recibirá lo que tenía con el sistema
público.
La peña anda alterada, iracunda. Es por la
amnistía, dicen. Ya.
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